La huerta de verano parece la huerta más importante del año. Con sus tomates, berenjenas, calabacines, pimientos, pepinos… Y casi pareciera que no tener de todo en esa época del año es un sacrilegio. Pero muchas veces hay que desafiar nuestras convicciones. Desafiarnos a nosotros mismos, desafiar lo que tiene que ser.
En Madrid, cuando el calor aprieta, cuando los tomates deberían estar en su punto más delicioso, la gente está en la playa. Es la realidad de una ciudad que puede parecer medio fantasma en pleno mes de agosto, con sus anchas avenidas tan (poco) ajetreadas como cualquier pequeño y tranquilo pueblo provincial de Castilla.
¿Y qué hacemos con la huerta entonces?
Ser estratégicos
No estamos jugando al ajedrez, pero sí debemos anticipar las jugadas como lo haría un ajedrecista. Debemos tener claro cuál es el aspecto de nuestro calendario anual de producción y demanda y actuar en consecuencia. Fíjate que no digo calendario de producción a secas, sino que añado la palabra demanda. Calendario de demanda. Y es que la producción sin demanda es de los mayores estreses a los que puede enfrentarse el hortelano.
Por eso, para mí cada vez queda más patente que el verano debe ser repensado en cuanto a producción. ¿Tiene sentido cultivar grandes cantidades de tomate? Lo dudo, sinceramente, desde un punto de vista comercial. El tomate no falta en verano en la capital, al contrario. Basta visitar cualquier frutería para evidenciar la amplia gama de variedades de nuestro fruto rey. Hay mucho tomate pero poca gente para comprarlo. Entonces, ¿por qué cultivarlo?
Para mí el tomate en verano es obligado en mi despensa, en mi dieta. El tomate criado por mí. Eso no lo puede igualar nada. Pero aquí no estoy hablando de tener unas pocas tomateras para consumo y disfrute propio, sino tener mucha producción para mover. Hay que guiar las plantas casi a diario, hay que podarlas, mimarlas, atusarlas. Y cosechar cada dos días. Es mucho trabajo el que da el tomate. Esto, en un destino vacacional puede ser un gran momento para el hortelano. Sabe que hay muchas bocas esperando esa delicia de su huerta. Pero las bocas en Madrid se han montado en un coche y están veraneando quien sabe dónde.
Por eso, antes de plantar, antes de comprar semilla incluso, debemos tener claro nuestro calendario de demanda.
¿Qué hacer entonces, si no cultivamos tomates y otros afines? En algún momento del año hay que descansar. Y por ello, descansar en verano puede ser una gran idea. ¿Un hortelano de vacaciones de verano? ¿Y por qué no? Si su huerta queda lejos de la demanda, entonces habrá que reestructurar el año. Aquí no te voy a proponer un calendario concreto, simplemente animarte a no actuar en piloto automático y ser estratégico. Animarte a reflexionar sobre esto. Quizá estás poniendo fuerzas donde precisamente habría que reponerlas.
Alternativas al verano
Si tu huerta está en Madrid u otro lugar no vacacional, y tu demanda cae en picado durante parte del verano, no es el fin del mundo. Te digo cómo lo he hecho yo este año. En julio me fui una semana de vacaciones a Portugal. Y lo mismo hice en agosto. La huerta se quedó en manos de Jorge, mi empleado. Él también se fue en julio y agosto, y yo le relevé. Teniendo en cuenta que es una época de poca venta, se puede aprovechar a hacer otras cosas que son fundamentales, y una persona sola puede avanzar bastante.
Abril, mayo, junio y parte de julio han sido meses muy intensos de producción y venta. Por lo que desde la última semana de julio y las dos primeras de agosto, frenamos la venta para sembrar y plantar mucho de cara a septiembre. Un ejemplo es el kale nero di toscana (te dejo link de video), sembrado en junio y plantado el 14 de julio con vistas de tener ya cosecha en septiembre. Lo mismo con el perejil, que tras 45 días de sembrarse en julio está perfecto en septiembre. Y así vamos calculando: la rúcula sembrado la primera semana de agosto vendrá a primeros de septiembre, igual que el rabanito y otros cultivos. Septiembre es cuando la gente regresa de sus vacaciones, y queremos tener de todo; septiembre puede marcar seriamente la diferencia.
Por ello, si tu contexto se parece a este, te animo a que pienses en verano no tanto como un momento de producción y venta (siempre puede haber pequeñas ventas), pero que sobre todo sea un periodo (si estamos en climas similares y mercados afines) de preparación para septiembre. Dedica tiempo a recuperar fuerzas en verano, que la vuelta al cole te pille recuperado del primer tramo del año.
El otoño, nuestro gran momento
Llega septiembre y con él el buen tiempo. El termómetro empieza a bajar hasta convertir nuestra labor asfixiante de julio y agosto, en una labor de disfrute pleno. ¿Te gusta cultivar? Pues este es tu momento.
Cual es mi sorpresa al comprobar que muchas huertas del centro peninsular, no solamente han cultivado abundancia en verano con serias dificultades de comercialización, sino que les pilla septiembre y octubre con esa huerta de verano ya desfasada y con pocas fuerzas para más. Y es ahí, donde se ven marchitas pimenteras y plantas de calabacín, cuando debiera haber abundancia en pleno punto de maduración de cultivos nuevos para satisfacer la hambrienta demanda coincidente con la vuelta al cole.

Qué agradable es septiembre, octubre y hasta noviembre… hay quien lo ha llamado la primavera invertida. Pero es más que eso, es el otoño, una época del año donde puedes cultivar tantas y tantas verduras, y además sin los rigores de las temperaturas extremas. Diciembre incluso, con modesta protección de cultivos, puede ser mejor que agosto sin duda. Primero porque la demanda es alta. Segundo porque la temperatura, aunque fría por momentos, no es tan extrema como agosto.
Así pues, no solamente hay que tener en cuenta un plan anual de siembra. Es necesario contar con un calendario de demanda, si es que en tu contexto la demanda es tan fluctuante como la que describo en estas líneas.