La lechuga es fácil, ¿o no tanto?
Para sacar adelante una sola lechuga en condiciones de resultar apetecible para el consumidor son precisos muchos pequeños movimientos. Primero es preciso comprar la semilla. Pero antes de comprar la semilla hay que pensar bien qué variedad debemos sembrar para esa época del año. ¿Y a qué casa de semillas debemos recurrir?
Ok. Ya tenemos nuestras semillas. Empezamos los semilleros. Las semillas están germinando muy mal. Escribo a la casa de semilla y les digo que la tasa de germinación es muy baja, ¿no se supone que son semillas recientes?
No me responden.
La casa de semillas no respondió a tiempo así que sembramos otras. Y van bien. Lo semilleros van de bendita gloria, impecables, aunque con algunos días de retraso.
Llegó el día del trasplante. Al trasplantar hemos podido disfrutar de una mañana de miércoles de las de enmarcar: buen tiempo, mirlos cantando y la huerta con ese perfume a tierra mojada que dejan las lluvias nocturnas. La humedad en los bancales relaja.
Hay que regar los trasplantes a mano con la lanza de riego, una buena regada para que asienten bien. Después con el riego diario por microaspersión, controlando que no haya carencias, será suficiente.
A los cuatro días tuvimos que poner malla anti pájaros, pues los gorriones se estaban comiendo los lechuguinos. Salvamos la lechuga, no sin redoblar esfuerzos durante la ola de calor que ha venido inesperadamente esta primavera. Las lechugas sufrieron por deshidratación, que logramos pillar a tiempo. Bueno, perdimos algunas.
Hay que escardar las lechugas con la escarda de alambre. La primera escarda a las dos semanas de plantarse. Quince días después una segunda pasada.
Por fin llega el momento de sacar la lechuga. Tiene buena pinta. La cortamos a cuchillo, temprano, porque es muy sensible al calor. Lo malo es que hemos tenido que empezar más tarde de lo recomendado, porque hubo un imprevisto con el riego que tuvimos que arreglar.
Lavamos la lechuga en agua fría. Que escurra bien y a la cámara.
Al día siguiente sacamos la lechuga de la cámara, la guardamos en la caja y a la furgoneta. Imprimo la factura para dejársela al cliente. En la factura no solamente va la lechuga sino el resto de cultivos con que abarrotamos la furgoneta y que también hemos estado cosechando y lavando entre ayer y hoy: los rabanitos, las remolachas, el perejil, la albahaca, los manojos de kale, las cebollas de verdeo, las zanahorias y las bolsas de rúcula, mézclum y espinaca. No debo tardar mucho porque hay que sembrar las bandejas cerámicas de brotes y limpiar todo rápido que tenemos trabajo atrasado…
Menuda película durante el reparto. El aire acondicionado de la furgoneta ha dejado de funcionar en el atasco. Se habrá ido el gas. Y ya está haciendo calor. Mucho agobio porque la chapa de la furgo se calienta taaanto con el sol, y sin aire los productos no van en buenas condiciones. Y es que además había tanto tráfico…y nuestra lechuga, la que tanto nos ha costado, y las demás verduras, que tampoco se han quedado mancas en demandas… Como para no desesperarse.
He tenido que pasar a la vuelta por el taller. Sesenta euros la carga del aire. Por eso he llegado tarde para recoger a mi empleado para llevarle a la parada.

Hortelanos y alpinistas: el mandato de la vocación
Vale, ya sabemos que sacar adelante una huerta puede suponer sortear no pocos obstáculos, muchos de ellos imprevistos. Hay semanas buenas, meses enteros de puro gozo, claro que sí, pues nos gusta esto que hacemos y es difícil imaginar que en otra profesión se puedan experimentar sensaciones similares a las vividas aquí en ciertos momentos. Pero hay semanas malas, y meses, y hasta años malos. ¿Qué puede más, lo bueno o lo malo?
Existe algo llamado vocación y es como una fuerza que empuja a los hombres a subir ochomiles dejándose, literalmente, la piel, y repetir la sufrida odisea meses después, no sin antes haber perdido amputados varios dedos del pie víctimas del hielo.
Dedicarse a la huerta tiene algo del sacrificio del alpinista. No es tan extremo pero es más constante. Pocas ascensiones duran cuatro meses. Una temporada de huerta comercial intensa fácilmente dobla esa cifra. Es una especie de tour de Francia, sin Tourmalet, pero más largo. Se requiere mucha disciplina, tenacidad y perseverancia. Y algo más. Un propósito. ¿Qué si no te iba a empujar a seguir tirando de un carro tan pesado?
Me atrevo a decir que cuanto más caliente es el clima de la región donde se trabaja, menos tregua te da la huerta. Es como si se oyeran los gritos de las plantas pidiendo agua, que no te dejan estar tranquilo en las horas centrales del día. Cuando abres el riego y das un refresco por microaspersión de diez minutos a las dos de la tarde… es como si un bálsamo tranquilizante llenara de pronto el aire. Ahora podemos irnos más tranquilos. Las plantas están mejor.
Igualmente, me interesa dedicarme a cultivar
Resulta que ya llevas más de un año trabajando como aprendiz. Es exigente el trabajo pero te llena. Además, crees que puedes perfeccionar determinado sistema de trabajo para ser más eficiente que tus mentores y ahorrarte muchos movimientos y gastos innecesarios. Puedes organizarte mejor. Quieres dedicarte a cultivar, ya lo has probado, bajo el sol y la lluvia, es tu pasión y te compensa. No sabes si será para siempre, pero para los próximos años no tienes otra meta que no sea esta.
Rebecca Thistlethwaite, en su libro Farms With a Future, quiere poner muy claro que vivir de la producción primaria a pequeña escala es algo que solamente algunos consiguen, pero no todos los que lo intentan.
Después de haber tratado con numerosos agricultores en Norteamérica, la autora en el primer capítulo hace una síntesis de las enseñanzas más comunes:
- Aventurarte a cultivar sin pensarlo mucho puede ser estimulante e incluso recomendable cuando arrancas. Pero no puede pasar mucho sin que tengas un plan definido.
- Contar con un plan de negocio es una buena idea.
- Muy pocos negocios tienen beneficios los primeros años. Asegúrate de tener un pequeño colchón económico cuando empiezas.
- Una huerta es un negocio, trátalo como tal. Tendrás que aprender aspectos empresariales que aunque no te gusten son esenciales, como puede ser el balance entre ingresos y gastos.
- No por ser agricultor tienes que ser pobre. Planifica para tus beneficios desde el Inicio.
- Empieza con el mercado en mente. ¿Qué cultivos vas a vender? ¿A quién vas a vender? ¿A través de qué canal? ¿Cómo vas a diferenciarte del resto?
- Empieza pequeño. Puedes cultivar un pequeño huerto doméstico o mejor aún, trabajar como voluntario con algún agricultor experimentado. Así descubrirás qué te gusta y qué no te gusta, para poder enfocarte en lo que más disfrutas.
- No puedes empezar sin dinero. Igual que un restaurante requiere inversión para su puesta en marcha, una huerta comercial también. Si no tienes dinero debes buscar financiación. Aparte del capital económico, aprovecha el capital social de tu comunidad: mucha gente quiere colaborar con los emprendedores agrícolas de su zona, ya sea con su ayuda física o económica.
- Ten en cuenta tus objetivos económicos para los próximos 5-10 años
(Un resumen extenso de este gran libro lo tienes descargable en PDF en Manos de Campo, del cual copio estos 9 puntos).
Los errores son los mejores profesores
Cinco años he estado cultivando para la venta full time: Medio año para otros y cuatro años y pico para mí. Antes de eso ya me dedicaba profesionalmente a la huerta, seis años, pero mi labor era desarrollar y atender semanalmente huertas familiares, algo que puede resultar mucho menos exigente que llevar a buen puerto una huerta comercial. Durante los más de cuatro años que he tenido mi propia huerta comercial, me he equivocado tantas veces aprendiendo de mil tropiezos, que no puedo más que glorificar esta etapa. Y la vocación me la dejó intacta.
¿Volveré a cultivar para la venta? Es posible. Pero, de hacerlo seriamente, hay varios puntos críticos que haría diferente, puntos que añadieron altas dosis de dificultad a esa etapa hortelana comercial a la que me he referido antes. De haber podido suavizar estos puntos de dolor, me habría ido mejor. Espero, a ti que estás leyendo esto, te sirva para ahorrarte angustias innecesarias.
Cerca y automatizable
El primer punto es el de la cercanía. La huerta debería estar a un paso, que puedas incluso salir a regar los semilleros en calzoncillos o en bragas. Una huerta que te obliga a coger el coche, el autobús, la bici muchos kilómetros o caminar largo rato para llegar a ella, es soportable. Podemos hacerlo, sí, pero va desgastando. Sobre todo si estás en un clima caluroso que te obliga a estar muy encima de cultivos que pueden sufrir por el calor, o semilleros que hay que regar porque no hay programador de riego… Y así directamente pasamos al siguiente punto: automatizar el riego.
Tienes que poder automatizar el riego. Si no lo haces entonces la no cercanía te va a suponer un gran reto. Convierte esto en una prioridad, si no lo haces, te vas a ver obligado a regar manualmente (aunque ese manualmente solamente implique abrir un grifo), lo que también desgasta porque durante muchos meses, cada día, debes hacerlo sin falta. Puedes contratar a alguien para que vaya unas horas en fin de semana para que haga eso y de paso adelante algún trabajo, y así no tienes que ir tú, pero eso ya supone un gasto extra importante y prescindible porque podrías hacer eso simplemente con un programador, o con varios.

En mi huerta comercial puse un programador en los inicios. Pero el agua de la finca era sacada por una bomba que a veces, sobre todo en fines de semana, fallaba. Ya no era la bomba, sino todo el sistema hidráulico antiguo que estaba mal planteado ya que a veces se vaciaban los tanques y para llenarlos había que hacerlo manualmente, no se rellenaba de forma automática… Eso me impedía irme a mi casa confiando en el programador, pues era factible que al abrirse no hubiera agua y mis plantas no se regaran. No conseguí durante los años que allí estuve, encontrar la forma de que todo el sistema mejorara. Al dueño de la finca donde estaba yo en arrendamiento siempre le tuve en gran consideración y no me parecía justo presionarle demasiado para que arreglara eso de una vez.
Lo hablé muchas veces, eso sí, y le mostré mi desesperación intermitente por las irregularidades del sistema del agua (que a él también le afectaba en su producción). Pero me acabé acostumbrando a ese estado de cosas y eso me hizo eliminar programador y tener que ir a regar sí o sí todos los días. Hubiera habido muchos días que podría haberme ahorrado el viaje y quedado en casa descansando o hacer otras cosas. Pero me esclavizó bastante la imposibilidad de automatizar el riego. Toma buena nota de esto porque son estas cosas las que pueden sacarte del negocio o pueden hacer que la actividad pase de grata y estimulante a simplemente soportable o incluso tornarla insoportable.
Si te gusta pasear vas a dejar de hacerlo si cada vez que sales te muerde un perro. Hay problemas que surgen, y eso es normal, imprevistos propios de quien está caminando. Como decía don Quijote: “nos ladran Sancho, señal que cabalgamos.” Y eso es esperable, pero debemos ser astutos y eliminar esas rozaduras innecesarias que producen ampollas.
No soy productor, mi huerto es de consumo propio pero he tenido y tengo un herbolario, jamás he entendido la falta de profesionalidad de los productores que me traían cestas de consumo para que los recogieran sus clientes en mi tienda. Su visión de la huerta era un hobby del que se podía vivir sin estudiar, sin práctica previa y sin trabajar demasiado. No veía que se plantearan su trabajo como una empresa se lo planteaban como una idea romántica, todos esos productores fracasaron. Es un gusto oíros hablar a vosotros de manera seria, profesional y responsable, es complicado, pero sí que creo que se puede vivir de esto, con honestidad, y diversificación de productos, quizás abordando también la transformación de productos en conservas originales o con nuevas ideas, pero estoy de acuerdo con Fernando, mejor pequeños productores, implicados en su comunidad que grandes empresas que repiten las premisas de producción industrial a las que estamos acostumbrados aunque se denominen bio.
Agustín, tú, aparte de autónomo con herbolario propio, cultivas verduras y sabes de sobra lo que supone llevar un cultivo a buen puerto o fracasar en el intento, pero lo que no sabía es que habías tratado con productores y sus cestas… creo que ese modelo de cestas, ya lo hemos comentado, es muy difícil de rentabilizar a no ser que lo hagas de forma muy creativa y eliminando todas las fricciones posibles. Si por lo que tú dices, además de elegir un modelo complicado a eso le sumas falta de visión de negocio, apaga y vámonos. Has usado la palabra romántico, y es a mi juicio una de las trabas del éxito en nuestro campo. Somos muy idealistas (lo cual creo que es bueno) pero para sacar adelante un negocio es muy importante bajar a tierra números y planteamientos empresariales que serán imprescindibles ya sea para llevar tu herbolario adelante o para llevar una huerta comercial adelante. Y es posible que con esta conversación sobre la mesa empecemos querer estar mejor preparados en ese sentido. Gracias por tu esmerado comentario y tu aporte continuado a la materia. Seguimos.
Hola Fer, un gusto.
yo recién me mude a un lugar muy caluroso por cierto y ahora estoy empezando huerto familiar, ya tenia antes un huerto solo que ahora le voy contando cada detalle de costos y fechas pues me gustaría crecer a comercial algún día
Tu hiciste plan de negocio?
Ando en busca de un plan/plantilla para hacer mas ágil al inicio (obviamente tender que adaptar cada detalle) en uno de los libros que recomendaste de Fortier, viene algo muy breve pero en ingles, quería ver donde puedo conseguir algo en español para no tener que iniciar de cero.
mil gracias de antemano
Hola Lydia, yo no hice un plan de negocio sobre papel, esa es la pura verdad. Lo que sí tenía ya bastante claro por qué cultivos iba a decantarme y a quien empezar a vender (restaurantes y mercados en un principio, después a tiendas de productos orgánicos). En ese sentido yo no soy un ejemplo de minuciosidad, puesto que el plan estaba en mi cabeza, incluyendo mis planes de cultivo basados en mis diarios de campo de años anteriores. Una cosa que sí hago mucho es llevar un diario de campo, anotando en él fechas de siembra, variedades, errores, éxitos y más cosas. Esa información es muy valiosa, si es sintética pero recoge los datos imprescindibles, de cara a las temporadas venideras.